En la habitación, donde la quietud y la templanza reinan, en la pared, un cuadro adorna. Resiente los caprichos del tiempo, y recuerda que hasta el óleo es mortal. Quizá su pintor lo sabia, quizá no, pero el mensaje imborrable es lo que quedará.
El cuadro, poco ordinario se le ve. Una expresión de melancolismo se hace presente en el semblante del hombre, quien descansa en sus manos en las rodillas y mira con fijeza a quien lo admira. Sus labios estan juntos, mostrando una sonrisa sensata, aunque inquietante.
Nadie sabe a ciencia cierta desde cuando fue puesto en ese lugar. El mismo tiempo lo ha olvidado sin darse cuenta cuando empezo a olvidar...o ha optado por hacerlo voluntariamente. Es preferible que sea así, pues en las cartas de la muerte se plasman aquellos que por curiosidad o perversion miran a través de su madera y su lienzo...
La noche esta por caer. En el convento todavia merodea una persona. Una joven que recorre los pasillos con una vela. Al llegar a la habitación del cuadro, esta lo mira burlona. El cuadro permanece quieto. La joven rie, los ojos del hombre en la pintura la miran profundamente. Ella se detiene, y se aleja. El frío se comienza a sentír, la media noche ha llegado.
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